jueves, 9 de junio de 2011

¡¡Profundo!!

Otra vez interrumpe mis sueños esa luz rosada de mi ventana, en mi cuarto, en mi vista. Entonces el grita e interrumpe mi baño, corro y, con la cabeza gacha y mis ojos como ciegos, perdida mi vista aunque se donde estoy, mi mundo, sin mirar pregunto si necesita algo.
Mi cuarto oscuro, mi cama mojada y yo ahí no sé cómo fue que llegue a este momento donde ya no interrumpe nada esa luz rosada porque no está, solo interrumpe mi mente ese recuerdo que no recuerdo si fue ocurrido, pero era de día y en la mesa no estaba el café de él, quien no distingo, ya ni mi mirada lo sigue.
Conozco sus manos como nadie, brutas, yo pienso que no se da cuenta; caricias distintas a las que conocen todos, yo soy distinta. El recuerdo me interrumpe toda hasta me hace doler, hasta me lastima, hasta me lastima, pero lo amo.
Algo me dice que corra al baño y me bañe, no hay nadie.
Estoy profundamente relajada como si en un montón de ruidos extravagantes, en el infierno, pasara un ángel en plena paz y amor y lo dejara todo allí sin prestar atención a lo que sucede allí adentro, soy yo.
-sí, voy cariño- dije como con calma, aunque por dentro sentía un profundo fuego y algo así llamado odio o rencor.
-vengo cansado de trabajar, va, mejor dicho de hacerlas trabajar- sí, eso mismo dijo como insinuando algo y soltó una larga, exagerada y ya molesta carcajada, risa forzada y burlona.
No preste mucha atención a su tonto comentario pero imposible no prestarle atención profunda a su burla, esa que siempre quiere decir algo.
-vos no te mereces nada, porque no me das nada, sos como un hongo siempre plantada, y como una larva, la verdad no sé porque estoy con vos- solo preste atención a la palabra con la que empezó y termino, desagradable maleducadas palabras, profundas.
Claro, me tiene lastima, así me lo confeso o quizá me lo insinuó como acostumbra hacer cada vez que sale una palabra de su boca. Por eso fue que, en aquella oscuridad llena de tinieblas y niebla, le insinué, entre tanto dolor masoquista mío y solo mío, pero suyo ese gozo, ese profundo fuego de lastimar, de lastimarme, sin darse cuenta de que alguna vez todo ese dolor iba a dar la vuelta hacia el tres o más veces peor, tarde o temprano iba a lastimarse profundamente, profundo su dolor; le insinué o le advertí eso mismo.
Desperté y vi su dolor, lo goce.
Roja se volvió la luz rosada que entraba de la ventana, luz que me aterrorizo.
Que sueño profundo, me supe ir a lo más profundo de su inconsciencia.
Siempre recuerdo su grito, entre estas cuatro paredes que hoy son mi espacio, su último grito que demostró que no era hombre.
¿¡Miedo a una mujer!?.
 Macarena Rodas
Materia: Literatura
Profesora: Patricia Sada

1 comentario: